domingo, 10 de agosto de 2014

El silbón - Leyenda de los Llanos (Colombo-venezolano)

Es la historia de un joven que asesinó a su padre y está obligado a vagar por siempre con un saco en su espalda en donde lleva los huesos de su progenitor. 


El silbón (Tomada de internet)
Su silbido es muy característico, pues se asemeja a las notas do, re, mi, fa, sol, la, si, en ese mismo orden subiendo hasta el fa y bajando hasta el si. Dice la leyenda que cuando su silbido se escucha muy cerca, no existe ningún tipo de peligro, pues el Silbón se encuentra lejos, pero en el momento cuando lo escuches lejos, ten cuidado, el Silbón está pisándote los talones, su silbido es presagio de muerte.

Ésta leyenda nació a mediados del siglo XIX como una manera de control social, una tradición que fue creada con el fin de evitar la infidelidad de los hombres. Se dice que el Silbón recorre los llanos con su silbido estremecedor, que pone nervioso a toda la persona que lo escucha. El Silbón también es identificado por el sonido de los huesos que choca con cada paso, indicando que está rondando por el lugar, llevando al hombro los restos de su padre.

"Cuentan que hubo una vez un joven que descubrió que algo extraño estaba pasando entre su padre y su esposa.
Unos dicen que el viejo le pegó a la joven. Otros sostienen que la violó.
“Lo hice porque es una regalada”, fue la explicación que el viejo dio a su hijo.
La leyenda sigue con que el joven estalló en furia, y se enfrascó en una pelea a muerte con su padre.
De los dos, el padre llevó la peor parte. El joven le asestó un fuerte golpe en la cabeza con un palo, que lo tumbó en el suelo, donde el hijo se le abalanzó y lo ahorcó.
El abuelo del joven, que escuchó de la pelea, fue en busca de la víctima, a todos los efectos, su hijo. El abuelo juró castigar al joven, su propia carne y sangre, por el horrendo crimen que había cometido… contra su propia carne y sangre.
Poco tardó en encontrarlo. Entonces lo amarró y le propinó una andanada de latigazos con un “mandador de pescuezo”, típico del llano.
“Eso no se le hace a su padre…Maldito eres, pa´ toa´ la vida”, le decía.
Para completar la sanción, le frotó ají picante en las heridas y echó al perro de nombre Turéco para que lo persiguiera. Hasta el fin de los tiempos le muerde los talones."